La definición de glaucoma dice que se trata un término que engloba todas las enfermedades oculares en las que las células del nervio óptico mueren lentamente debido, en general, al aumento de la presión ocular. El nervio óptico es el encargado de que la información se transmita desde los ojos al cerebro y que allí pueda formarse una imagen de lo que miramos. El glaucoma ocular afecta al campo de visión, genera una pérdida progresiva de visión y, por desgracia, puede derivar en ceguera (es la segunda causa de ceguera en todo el mundo, por detrás de las cataratas).
Hay muchas personas que padecen glaucoma en el ojo sin ni siquiera darse cuenta, ya que en la primera etapa no suelen percibirse síntomas. Por eso, la mejor manera de detectarlo es revisándote la vista con asiduidad y de forma proactiva: los especialistas recomiendan hacerse una revisión oftalmológica al menos cada 2 años, en la que comprobarán tu salud ocular general y medirán la presión intraocular.
En el interior del ojo se genera constamente un fluido llamado humor acuoso, que suele moverse libremente dentro del ojo a través de un sistema de drenaje. Pero cuando este drenaje falla, el humor acuoso se acumula y aumenta la presión intraocular, que es lo que afecta al nervio óptico y a las fibras nerviosas de la retina. Si no se ataja a tiempo, esta presión que genera el glaucoma en los ojos puede crear pérdidas de visión y desembocar en ceguera.
La mayoría de casos de glaucoma son crónicos, es decir, se desarrollan lentamente a lo largo del tiempo sin percibir nada hasta que ya es demasiado tarde. Primero afecta a la visión periférica, avanzando lentamente hacia el centro de la vista. Los síntomas del glaucoma crónico suelen leves, como visión borrosa o halos de arcoíris al estar cerca de luces claras. No nos cansamos de repetirlo, la mejor manera de prevenirlo es revisarte la vista a menudo.
El caso del agudo es algo distinto. No es un tipo tan común y surge a causa de un aumento súbito de la presión ocular. Así, los síntomas del glaucoma agudo suelen ser:
Si crees que puedes estar sufriendo un glaucoma agudo, llama al 112 o ve a urgencias inmediatamente. Incluso si los síntomas desaparecen, acude a un especialista lo antes posible, ya que es probable que en poco tiempo estén de vuelta.
Hay distintos tipos de glaucoma, dependiendo de la presión ocular y las partes del ojo implicadas. Además, puede ocurrir en uno o en ambos ojos.
Además, el glaucoma puede también ser:
Cualquiera está expuesta a sufrir glaucoma a cualquier edad, pero existen unos grupos de riesgo más específicos o factores que aumentan el riesgo:
Los primeros síntomas del glaucoma se suelen detectar en una revisión de la vista rutinaria. En ella, el especialista medirá la presión intraocular del ojo usando un tonómetro. La mayoría de tonómetros simplemente lanzan un pequeño golpe de aire en la superficie del ojo y miden el esfuerzo que requiere aplanar la córnea para calcular la presión.
Si durante la tonometría detectan que tu presión ocular es mayor de 21 mm Hg (milímetros de mercurio), el oculista comprobará dos cosas: ¿Está produciendo el ojo demasiado fluido? ¿Hay algún problema con los canales de drenaje? Según el caso, el especialista establecerá algún tratamiento o te derivará a un oftalmólogo.
Otras pruebas que puede que te realicen son la perimetría o campimetría visual (técnica para detectar defectos en el campo visual), gonioscopia (para comprobar con detalle la zona de donde sale el líquido del ojo, llamada ángulo de drenaje, y comprobar si está obstruida o abierta con normalidad) u oftalmoscopia (revisión del nervio óptico).
Por desgracia, la pérdida de visión causada por el glaucoma no se puede recuperar, pero existen tratamientos que pueden prevenir un daño mayor. El tratamiento dependerá del tipo de glaucoma que padezcas, pero los más comunes son:
El tratamiento más habitual para el glaucoma de ángulo abierto es el de las gotas para los ojos, que ayuda a preservar la vista de millones de personas en todo el mundo. Pero lo más importante es seguir las recomendaciones del especialista al pie de la letra: una de las principales causas de la ceguera por glaucoma es precisamente no seguir el tratamiento de forma estricta. Si crees que algo no va bien o sientes molestias, acude inmediatamente a tu óptica o especialista, e interrumpe la medicación sólo si así te lo recomiendan.